Historia

Escrito por Prensa CTF “Siendo las 24 horas y no habiendo otro asunto que tratar se levanta la sesión". Con estas palabras, que cerraban el Acta de Fundación, quedaba decretado el nacimiento del Club Sportivo y Recreativo Tiro Federal. El origen de este club data del 22 de julio de 1925, y fue como resultante de una vieja aspiración de numerosos jóvenes de la barriada tirense. Se materializa su fundación como resultado de reuniones y gestiones, que se efectuaban en el almacén de don Miguel Pí, lugar de congregación obligada de la gente del barrio. Decidida la creación de la nueva institución se resuelve realizar la reunión en la peluquería de don Antonio López, ubicada en la calle 9, hoy Castelar. Asistiendo, entre otros, los señores Miguel Pí, Enrique Vico, Raúl Esperanza, Humberto y Segundo Giusti, Federico Mela, Salvador Cammaratta, Higinio y Rogelio Conte, Hipólito Leyton, Antonio Roncoroni, Emeterio Del Río, Juan Penatti, Ramón Genaro, Sandalio Cejas, Julio Pascucci, Angel Botta, Esteban Robles, Juan Bejarano –a la postre el primer presidente del club- José Migasso, Onofre Pirrone, Duilio Bartolaccini, Enrique Baliño, Armando Fabbi, Vicente Fontana, Benito Sebastián y el "dueño de casa" Antonio López. Luego de discutidos ampliamente los propósitos de la reunión y decidida la fundación del Club se resuelve labrar el acta. En la que se detallan las normas y reglamentación a las que se ajustará el funcionamiento de la naciente institución, estableciéndose que se denominará CLUB SPORTIVO Y RECREATIVO TIRO FEDERAL, y que las principales actividades que se desarrollarían serían deportivas y sociales. La comisión directiva elegida en esta reunión fue presidida por el señor Juan Bejarano, a quien acompañaron como secretario general el señor Raúl Esperanza y como tesorero, el señor Antonio E. López. Firmó el acta constitutiva como secretario ad-hoc el señor Vicente Fontana. En la primera reunión posterior a la Asamblea de Fundación, se resuelve redactar el Estatuto y Reglamento; tras cambiar ideas se decide que los colores que identificarán a la institución, a moción del señor Esteban Robles (cuentan algunos que vio una flor de "pensamientos"), fueran amarillo y violeta en franjas verticales angostas. Teniendo en cuenta que uno de los objetivos principales era la práctica del fútbol y consecuentemente su actuación en la Liga del Sur, se procedió a la nominación de la subcomisión respectiva, integrándola los señores Raúl Esperanza como presidente; Esteban Robles, secretario; y Domingo Morales, Armando Cantaluppi e Higinio Conte, como vocales. Con dinamismo esta subcomisión se dedicó a la formación del primer equipo del Club y a la programación de partidos amistosos, que despertarán el interés de los vecinos del barrio. Tras esa experiencia auspiciosa, se decide la afiliación del Club a la Liga del Sur, y en el año 1926 se produce la inscripción de dos categorías: tercera y cuarta. Al año siguiente, animados por los éxitos obtenidos, se inscriben equipos en segunda, tercera, cuarta y quinta división; y se lucha con empeño para lograr la actuación en primera. La adhesión de las familias a la flamante institución hizo que se diera vida a la parte social y cultural. Así surgieron las comisiones de damas, que junto a las activas subcomisiones de fiestas, brindaron su aporte a los éxitos conseguidos por sus kermesses, excursiones, etc. Que a la par de distracción y esparcimiento a los concurrentes producían beneficios al club, que si hubiese contado solo con la cuota social, poco hubiera podido hacer. De la primera secretaría utilizada en forma eventual y precaria se pasó a la calle Del Valle, a la propiedad de la familia Nieto, ocupando una pieza que daba a la calle, muy cerca del puente de madera en aquel entonces, denominado "puente Nieto". De allí, se pasó a la calle Rivadavia, donde se utilizó un ambiente de propiedad de la familia Giusti, amueblado con una mesa larga para las deliberaciones de la Comisión Directiva, y bancos, a falta de sillas individuales. Nuevamente se vuelve a la calle n°9 (hoy Castelar) esta vez a la casa de Fontana, que ofrecía más comodidades que la anterior. Pero el crecimiento del club por la acción de sus comisiones directivas y el apoyo constante de sus asociados y simpatizantes obligó a conseguir un local en alquiler que reuniera condiciones apropiadas para ese entonces. Así se instaló en la calle 20 de setiembre donde ya se contó con salón, dependencias para secretaría, sótano donde funcionaba el bufet, amplio patio donde se construyó la primera cancha de bochas que tuvo la institución y que dio lugar a la incorporación de una nueva actividad para sus asociados. Contando con las comodidades del nuevo local, varió completamente el aspecto del club del mismo modo que amplió su acción, datando de esa época la creación de la Agrupación Artística y la inauguración de la Biblioteca Evaristo C. Carriego. Siempre con el afán de mejorar y ofrecer mayores comodidades al socio, se obtuvo en alquiler el local ubicado en la esquina de Liniers y Corrientes, que contaba con dependencias donde se podían desarrollar más eficientemente las actividades en aumento de la institución. El anhelo de las autoridades y los asociados era, como era de prever, obtener la casa propia. Por ello se trabajó para que eso fuese una realidad, llegándose a obtener en propiedad la casa de la calle Liniers N° 420, que ofrecía instalaciones que permitían situar una cancha de bochas techada, pista embaldosada con escenario que a su vez se utilizó como cancha de básquet y baby fútbol. Se contaba además con sala de biblioteca, secretaría y se habilitó un fogón que ofreció sus comodidades a numerosas familias que lo utilizaron en acontecimientos íntimos. En el año 1959, bajo la presidencia del señor López Zunini y la secretaría del señor Néstor D. Martínez, surge un ambicioso proyecto de trasladar la sede, a la manzana en la que estaba ubicado el campo de deportes y para ello, tras la aprobación en asamblea se lanza una rifa millonaria, cuyos fondos se utilizarían para la construcción en base de hormigón, de una sede social lujosa con los adelantos de la época. Con el resultado optimo de las rifas y la seriedad de sus dirigentes, la institución comenzó a trabajar en la construcción de la nueva sede, de acuerdo a los planos confeccionados por el señor Darío Di Luca. Como consecuencia de la ola inflacionaria, la elevación de los costos hizo difícil la situación y los trabajos tuvieron que suspenderse cuando ya la base había sido construida. Pasaron vario años y la sede de Liniers iba resultando pequeña, por lo cual vuelve a pensarse en la solución con el traslado de la sede al lugar actual. Surgen subcomisiones que colaboraron con la Comisión Directiva. Entre ellas merece destacarse la subcomisión de Planificación, y se decide reiniciar las obras sobre la base del plano primigenio pero reestructurado de forma tal que se abaratara su costo. Dos etapas cubren la concreción del plan de la nueva sede. Se planea el mentado complejo deportivo y así comienza la primera etapa: bufet, salas de secretaría y cancha de bochas. Cumplido este primer paso, se decide utilizar la vieja sede como fuente de recursos para seguir con los trabajos planeados. Autorizada la comisión directiva en asamblea para efectuar la venta del local de la calle Liniers 420, y concretadas las prioridades a cumplir al surgir el adquisidor, por gestiones del asociado José Baccini, se resuelve la venta y el traslado de todas las actividades al solar del campo de deportes, esperando finiquitar las obras planeadas que harán de las instalaciones un modelo "Complejo Deportivo" de orgullo para el barrio y para la ciudad toda. El traslado a la nueva sede se efectuó el 12 de marzo de 1972. Constituida la institución y siendo su finalidad a priori la práctica del deporte y en especial el fútbol, y decididos a participar en los campeonatos de la Liga del Sur, los dirigentes se dedicaron a la obtención del campo de deportes, que reuniendo las condiciones mínimas exigidas, fuese su escenario habitual. Para ello pusieron sus ojos en el terreno existente entre las calles 14 de julio, Rivadavia y Juan Bautista Alberdi, que ya había sido utilizado por Villa Mitre y que era utilizado por el párroco de ese barrio don Tito Grazziani, como cancha para sus chicos. Se consigue la conformidad del sacerdote citado y previo contrato, el club lo utiliza como inquilino para su práctica deportiva. Era media manzana, parte de la cual pertenece hoy al Club Villa Mitre, donde tuvo instalada su cancha de básquet y las piletas de natación. Alambrado de tejido en su perímetro; una baranda de madera y una pequeña casilla de chapas que se destinaba a vestuario, con baño de agua fría y pisos de ladrillo; constituían sus instalaciones. Los días de partidos oficiales se colocaban bolsas de arpillera a modo de telón para evitar la visión del partido de aquellas personas que no habían abonado su entrada, cubriendo la periferia que daba a las calles citadas. Este trabajo se hacía constantemente colocando las bolsas previamente a cada partido para retirarlas inmediatamente después de terminado el mismo. Escenario de varias temporadas, habiéndose disputado en él encuentros importantes, en modo especial con los tradicionales rivales de barrio, Villa Mitre, Bella Vista y Argentinos Juniors. Dicho campo de juego, ya resultaba insuficiente e inadaptado, y ante ello, los dirigentes vislumbraron la posibilidad de poder conseguir el terreno donde hoy tiene su complejo deportivo. Solicitándolo para su campo de deportes, se dirigieron al entonces intendente de la ciudad, el doctor Ramón Ayala Torales, los integrantes de la Comisión Directiva; y consiguiéndolo a título precario por decreto del 30 de setiembre de 1927. Recién en marzo de 1929, confirmado el decreto y ante un nuevo pedido de la Comisión Directiva del club, se reitera la concesión del terreno refrendado con el decreto del doctor Florentino Ayestarán como intendente municipal y el señor Eduardo Ferraresso como secretario. Luego de mucho trabajo para adecuar el terreno (nivelación, plantación de árboles, alambrado) fue necesario colocar el alambrado olímpico, para ponerse a tono con disposiciones reglamentarias. Más tarde, instalar tribunas, que se adquirieron al Boxing Club de Punta Alta: eran dos de hierro y madera a ambos costados de la casilla sobre calle Balboa, y una íntegramente de madera sobre la calle Newton, agregándosele más tarde un tramo de material.